Pandemia, aislamiento y después.

Hace dos años, el mundo comenzaba a transitar uno de los capítulos más críticos del último siglo con un alcance global. La declaración de pandemia por parte de Organización Mundial de la Salud (OMS), como consecuencia de la propagación del virus SARS- Cov 2, (Covid 19) apareció como una herramienta legal que le permitió a los estados tomar medidas de excepción para preservar a la población de los estragos que la nueva peste estaba haciendo en la población mundial.
Sombras nada más
Ante la inexistencia de una antídoto, y en un intento de contener a la sombra de muerte y espanto que sembraba el microbio, en Argentina se adoptó la imposición del “Aislamiento Preventivo Obligatorio” (APO), lo que en la práctica no era ni más ni menos que el confinamiento de la población. El perjuicio en las economías del mundo fue poniendo en evidencia el grado de previsión de los distintos países, pues los actores económicos prestadores de servicios de contacto personal vieron dramáticamente afectada su actividad. Los paliativos implementados por el estado fueron insuficientes pues los magros subsidios era solo un paliativo que no resolvía el problema de miles de gestores culturales que veían día a día como la recesión se devoraba sus fuentes laborales al mismo ritmo que la muerte iba alcanzando a todos los hogares.

Con el cierre de las milongas y academias provocado por la imposibilidad de mantener los costos de esos espacio trajo como consecuencia, además, el impacto emocional sobre miles de milongueras y milongueros de todo el mundo. En efecto, docente que tenían planificado sus circuitos de clases en distintos países debieron cancelarlas, al igual que la presentaciones artísticas. De igual modo el habitual flujo de extranjeros que llegaban al país para capacitarse en la danza vieron frustradas sus intenciones y también de ese modo se resintió el ingresos de divisas, también para los sectores hotelero, gastronómico, inmobiliario y de indumentaria.

El daño fue mayúsculo y difícilmente mensurable, lo que también evidencia que en términos estadísticos el Tango y la actividad que genera, no es tenida en cuenta como la importantísima fuente de trabajo que implica, y no sólo en la circunscripción de la ciudad de Buenos de Aires que parece tener algunas ventajas sobre el resto de las provincias en políticas públicas afines al sector.
La luz del final de túnel estaba en cada uno.
La necesidad de comunicación en un mundo que aislado amplió el uso de las redes sociales como un modo de relacionarse y muchos fueron descubriendo la posibilidad de las reuniones virtuales en donde poner en común los problemas de sector y esbozar eventuales soluciones. Se extendió la practica de clases virtuales a través de plataformas de streamig.

Muchos de esos grupos surgidos en esa especie de asambleas virtuales también ofrecieron capacitaciones para el aprovechamiento de las nuevas tecnologías de comunicación. Aparecieron iniciativas para mantener el espíritu tanguero mediante la trasmisión de videos en vivo donde se compilaban exhibiciones de parejas convivientes de bailarines e incluso la presentación de bailarines individuales. Uno de esos casos fue el grupo “Latidos de Tango” de Traslasierra, en la provincia de Córdoba, que semanalmente convocaba a bailarines de todo el país y países limítrofes al ciclo «Bailando con el Corazón«, emisiones vía YouTube que ofrecían un bálsamo ante la profusa cantidad de noticias preocupantes y casi exclusivamente sanitarias.

Se dieron lugar a los concursos virtuales de baile que congregaron a un gran número de bailarines deseosos de regresar a las pistas, aunque sea virtualmente. Esos espacios se constituyeron en nuevos ámbitos de encuentros y el concepto de “Distanciamiento Social” que pretendía la autoridad sanitaria, sólo se limitó al “distanciamiento físico” que impedía aun el ritual del encuentro milonguero.
Fue el tiempo en que la necesidad de baile llevó a muchas bailarinas y bailarines al entrenamiento cotidiano con la pareja conviviente y , en varios casos, se redescubrieron como una potencial pareja para participar de las competencias que anhelaban.
De hecho muchas de esas pareja hoy ocupan los podios de los certámenes que se realizan.
Y un día florecieron la milongas
Con la flexibilización de las medidas de bioseguridad fueron regresando de a poco las milongas y las academias y en la mayoría de los casos lograron una muy importante convocatoria que sorprende al ambiente.
La creciente oferta que se presenta semanalmente va atomizando la concurrencia, Ya casi no hay región en el país que no tenga una milonga semanalmente o competencias quincenalmente. Además de las tremendas ganas de bailar, esta nueva realidad pone en evidencia el importante aporte económico que el ámbito de las milongas pone al servicio de la industria turística algo que parece no haber sido percibido por los estados municipales, provinciales y nacional.
Existe una base de datos creada durante el aislamiento que busca reflejar en términos cuantitativos, la importancia de tango como factor económico y laboral.
Sería oportuno que algún organismo competente realizara un estudio para conocer el grado de afección que la pandemia provocó en la salud de bailarines y milongueros. Es en el ambiente circula una proposición, no comprobada científicamente, y que sugiere que el baile genera, en quienes lo practican, endorfinas que mitigarían los efectos negativos en la salud.
A dos años del comienzo del confinamiento y en un estado de pandemia vigente, el Tango, de la mano de una resistencia milonguera inesperada, parece erguirse nuevamente cual Fénix que extiende sus alas de entre las cenizas y se apresta a un vuelo que se augura para el beneplácito de cada vez más gente que trabaja y disfruta al ritmo de música.
