El Café que no dormía.

Publicado por Sergio M. Coria en

El emblemático Café de Buenos Aires que cobijó parte de la historia del tango, se invoca en cada milonga como un recordatorio imprescindible de aquellas noches de bohemia, música y arte. Según Bruno Pasarelli es el tango más ejecutado y bailado en Europa.

Cuando en las milongas suenan las primeras notas de un rítmico tango, invariablemente se produce una explosión de inquietud en los muchachos que escanean, de punta a punta las mesas del salón, en busca de esa compañera que acepte el convite que está presto a concederse mediante el cabeceo, cortito y discreto. Ellas, en tanto, acomodan sus espaldas contra el respaldo de las sillas y estiran el cuello para ganar altura procurando que esa maniobra les dote de una exposición de privilegio que garantice aquella reverencia urgente. Entonces un ir y venir se desata en la periferia de las pistas mientras entre los compases surge la voz que proclama:


Café Domínguez de la vieja calle Corrientes
que ya no queda.
Café del Cuarteto Bravo de Graciano De Leone.
A tus mesas caían Pirincho, Arola, Firpo y Pacho
a escuchar tus tangos.
Era el imán que atraía
como el alcohol atrae a los borrachos.
Café Domínguez de la vieja calle Corrientes
que ya no queda.

El tiempo justo para acomodarse frente a la pareja…

Y mientras termina la glosa ensayar el primer «lapicito» con la pierna derecha, previo a ese anunciado primer paso de la caminata cadenciosa que inaugura la danza.

Ritual que se repite son solución de continuidad en cada milonga en donde suenen las notas tan bellamente acomodadas en el pentagrama por Angel D´Agostino.

Para las nuevas generaciones de bailarines esa pieza no pasa de ser la evocación de un refugio de bohemios convocados por los vahos etílicos de la antigua noche porteña. Sin embargo el lugar guarda en la memoria hitos indelebles de la historia del tango y de la ciudad.

Enrique Cadícamo

Propiedad de Don Pedro Domínguez, el lugar fue inaugurado bajo el nombre “Bar Domínguez” según rezan los versos de Enrique Cadícamo. Emplazado originalmente en el 925 de la angosta calle Corrientes en donde funcionó hasta 1917, año que se trasladó a su definitiva ubicación sobre la misma calle al 1537 (entre Montevideo y Paraná). En el nuevo emplazamiento adquirió también la característica de café literario convocando a insignes valores de la poesía ciudadana. Fue a partir de ese momento que el lugar cobró el esplendor tanguero que se reflejan en los versos y la leyenda. Los dueños contrataron a Graciano de Leone para que actuara casi como orquesta estable, aunque también en su escenario se lucieron Francisco Canaro, Roberto Firpo, Juan Noli, Juan Maglio (Pacho).

«Paquita» Bernardo

En 1921, Paquita” Bernardo, llegó al Café Domínguez con un sexteto nombrado Orquesta Paquita que entre sus jóvenes músicos destacaban Osvaldo Pugliese en el piano y en violines Elvino Vardaro y Alcides Palavecino. También integraba la orquesta Arturo Bernardo, hermano de “Paquita”. La joven Francisca Cruz Bernardo, (Paquita) fue una compositora de tangos y la primera bandoneonista profesional argentina. Cuenta la historia que varias veces la policía debió desviar el trafico de la angosta calle Corriente por la cantidad de gente que iba a escucharla. Ella estrenó allí el tango «Cachito«, que compuso y dedicó por el hijo de uno de los propietarios del Café.

El Café Domínguez, ostenta el privilegio de haber sido el primer establecimiento de su tipo de estar abierto las 24 horas, y el primero en recibir una máquina de café «express» que importó la empresa cafetera “La Cosechera S.A.”.

Dicen que era tanta la amabilidad de Don Pedro Domínguez que cuando algún conjunto o músico le decía que no trabajaba más en el sitio, él respondía con simpleza: “Sí, pero vuelvan”.

Hoy en el emplazamiento del mítico café se erige el Columbia Palace Hotel.

Ya aquellos vestigios de la antigua Corrientes, la bohemia, han sido confinados a las memorias que ,quiera la fortuna, no sean endebles.

Enrique Cadícamo en el poema original que da inspiración a las glosas que inmortalizó Julián Centeya, anuncia proféticamente el fin de aquellas tertulias y costumbres de la calle que nunca dormía.

«Café Domínguez
de la antigua Corrientes
de cuando era angosta y su gente
se saludaba de vereda en vereda».

Así que cuando los primeros acordes del “Café Domínguez” te enciendan nuevamente la necesidad del abrazo, tené presente que no sólo vas a bailar un tango sino un pedazo de la historia.