“LA JOYITA ARGENTINA”

Publicado por Dario Azumendi en


Con ese seudónimo, entre varios, la niña de 16 años debutaba en el teatro Opera el 13 de febrero de 1926 en el gran baile de Los Aviadores, nacía artísticamente como Ada Falcón con sus intensos ojos verdes y una gran personalidad que luego y con el paso del tiempo con su extraña vida afectiva y sus desamores, caería en una excepcional y mística manera de vivir hasta su muerte. Su origen confeso, quizás tuvo que ver con su final, enclaustrada en su soledad: no era hija de Domingo Falcone sino de Miguel Nazar Anchorena, con quién su madre Cornelia Boesio tuvo una larga relación. Como un buen estigma artístico, sus dos hermanas lindas pero menos bellas, Adhelma y Amanda también fueron cancionistas, sin embargo nunca llegaron a trascender como la vida de Diva que ella llevaría con lujos excéntricos y fantasías trocadas en realidades y en forma antagónica, realidades que eran verdaderas fantasías. Con diecinueve años Osvaldo Fresedo la convocaría para sumarla a su orquesta y como siempre, acompañada por la omnipresente figura materna en sus actuaciones en sainetes y revistas. Mucho después y a la zaga de cantantes tan valiosas que la habían precedido, logro romper el paradigma de los “caches” varoniles, superando aquellos costumbrismos y muy a pesar de aquellos para subirse, tanto a esa fama bien ganada cuanto como chofer de sus propios y lujosos autos, luego de relajados baños de inmersión, fumando públicamente con boquillas tan largas como su divismo, adornadas con aros de oros. Soñando con una vida igualable, las mujeres de la esa época agotaban las revistas, con sus fotos de tapa que pregonaban los “canillitas” como nuevos secretos para copiar y así obtener su incomparable belleza.

La razón o la sinrazón hizo que Francisco Canaro compusiera el tango valseado: “Yo no se qué me han hecho tus Ojos” y confesarse musicalmente de lo que en la realidad existió: su relación íntima y prolongada por 12 años, tumultuosos y apasionados de su romance con ella, a contramano de su ambigua vida privada pues Él era un hombre bien casado y jamás se separó de su esposa.
Como otra gran diva del cine, se la bautizó también como “La Greta Garbo del Tango”, como una simbiosis de la belleza de ambas artistas, pero en el ambiente tangueril se la conocía como “El Alma del Tango”, recluida en su casona de Palermo Chico tenía una vida casi monacal apartada del gran público que la seguía y en un secretismo cuasi esotérico, razón por la cual eran asiduas sus visitas rituales en compañía de su madre a iglesias y parroquias cercanas, luego de sus actuaciones radiales. La década del 30 y entrada la del 40, la tuvieron como la estrella máxima de las radios, “peleando” a su tiempo las ventas de discos con “El Morocho de la Sonrisa Blanca”.


Una vida sin parangón. Uno de los misterios más grandes de su vida fue una decisión personal tomada en el año 1942, algo le sucedió y podemos intuir, sin certeza alguna, que el desencanto de su amor truncado con su amante, sería premonitorio con su brutal cambio de vida, deviniendo en un ascetismo de oscura nebulosa con una nueva forma de enfrentar otra etapa de su vida. A los 35 años se promete cumplir la promesa que se hiciera a sí misma: “Le prometí a Dios ser terciaria franciscana para toda la vida”. Recaló primero y por poco tiempo en la ciudad de Córdoba, mudándose más tarde a Salsipuedes, alejada del: centro de esa incipiente ciudad en donde se había alejado: del éxito, del lujo y del canto, había optado por adoptar “votos de pobreza”, abandonando todo lo que en ésta nueva etapa existencial lo consideró superfluo. Con su madre fallecida y sola, comenzó su derrotero atribulada por una pobreza extrema, ya que sus reservas económicas, producto de la venta de su casa y de otros enseres, se habían esfumado. Viviendo en Carlos Paz y errando por sus calles, una monja la reconoció y le invitó a trasladarse para una mejor vida, al Hogar de San Camilo en la Villa de Molinari adonde recalaría en 1982. Ninguna de las Hermanas del Hogar ignoraban quién era ésta mujer de tersa piel blanca, que nunca se había expuesto al sol y que aún conservaba restos de su juvenil
belleza. La renuncia a su vida pasada duro casi setenta años hasta su muerte. Los antecedentes como cantante en sus comienzos, la califican con un estilo único, diferenciado y dramático para interpretar con voz de mezzosoprano y amplio registro con recurrencia en el uso de vibratos y quiebres en la voz, marcando una impronta personal a sus interpretaciones en forma sobresaliente, agregándole una expresividad inusual y personalísima a su gola, en todas sus interpretaciones. Esa fue la base de su popularidad y de su éxito sin par.
Felizmente aún hoy por el avance de la tecnología podemos disfrutar de sus canciones y de su voz.
Cr. Ariel DEZA
Nov.2020

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